Copio i pego aquest article-reflexió de Antonio Amarayona que ve a recolzar el que porto temps dient, que tot aquesta malaguanyada crisis d'opereta no és més que un atac al estat de dret, un cop final orquestrat per despullar-nos de drets i de veu per a oposar-nos a aquest capitalisme salvatge que ha oblidat que va sorgir per recompensar l'esforç i el treball, i que ha de ser regulat per l'estat, es adir per tots, per a que no es converteixi en el que és ara: un sac d'avarícia i egoisme del tot incomprensible,
hi ha tanta estupidesa i ignorància?...
La próxima semana habrá huelga
general en España. Algunos aún creen que, pasada esta crisis económica, todo
volverá a su sitio y regresaremos al estado del bienestar que disfrutábamos hace
unos años. Sin embargo, yerran por completo: nos está pasando por encima un
gigantesco ciclón que tiene por objetivo aniquilar el estado de cosas anterior.
En otras palabras, lo que ahora denominamos “crisis económica” es el inicio del
golpe final que el poder financiero neoliberal está asestando al poder político
y social, a las libertades y los derechos cívicos y laborales de la
ciudadanía´.
Hubo una revolución agraria y
ganadera en el Neolítico que cambió el mundo. Ha habido otras revoluciones que
también han supuesto un giro de muchos grados en la historia: por ejemplo, la
revolución bolchevique de 1917, la caída del Muro de Berlín en 1989, la teoría
heliocéntrica copernicana, la revolución de 1789, la máquina de vapor o la
explosión de una bomba nuclear en Hiroshima en agosto de 1945. Ahora estamos en
plena eclosión de una nueva revolución, impulsada por unas personas y entidades
que dominan el mundo mediante el dinero y las finanzas, y se han propuesto
imponer unas reglas de juego universales, cuyos efectos a medio y largo plazo
serán un mundo dividido entre una minoría rica y poderosa y una inmensa mayoría,
cuyas condiciones de vida se moverán en la precariedad sistemática y la
pobreza.
La ciudadanía va a ser cada vez
más víctima de unos recortes sociales y económicos conducentes a la
privatización de los recursos y los servicios, y a la merma de derechos y
libertades. Entretanto, nos han ido adormeciendo de tal forma que apenas somos
capaces de reaccionar ante tales agresiones. De hecho, nos hemos habituado a
coexistir dentro de un sistema que a la vez permite que cada día mueran 35.000
personas de hambre y cada uno de esos días se gasten 4.000 millones de dólares
en armamento, a sabiendas de que desaparecería el hambre en el mundo simplemente
con el 1% de los recursos donados en Europa a los bancos privados para salir de
la crisis que ellos mismos han provocado. Miramos hacia otra parte, las fuerzas
sociales y políticas parecen tan poco preocupadas como la inmensa mayoría de la
gente, y nos limitamos a criticar y mejorar el mundo en cualquier bar mientras
nos tomamos el vermú.
Sabemos que la mayoría de los bancos y las
grandes empresas (que, por cierto, abogan
por la reforma laboral del Partido Popular) contribuye activamente a la
existencia de paraísos fiscales y de una enorme evasión fiscal de las finanzas
propias y las de sus clientes importantes. Sabemos también que la economía
sumergida en España representa unos 245.000 millones de euros (23 % del PIB),
que supondría una recaudación de 38.500 millones anuales. Sin embargo, no se
mueve un dedo para atajarla.
Sabemos que una veintena de grandes familias son
propietarias del 20,14 % del capital de las empresas del Ibex-35 y que el 0,0035
% de la población española controla recursos equivalentes al 80,5 % del PIB.
Pero no reaccionamos, parecemos anestesiados en y por el sistema.
Las reformas
impuestas por Bruselas y el Gobierno del Partido Popular no están dirigidas a
solucionar la crisis, sino que mienten sobre las causas reales de la crisis y
ocultan que, lejos de mejorar la situación económica, contribuyen a su
empeoramiento. Entretanto, resultan intocables, por ejemplo, los 10.000 millones
de euros que recibe anualmente la Iglesia Católica del erario público o los
enormes gastos en armamento, pues en el punto de mira se tiene exclusivamente a
la clase trabajadora.
Estamos ante
un golpe de estado mundial de signo neoliberal. Hay convocada una huelga general
para la próxima semana, que deberíamos apoyar en la medida de nuestras fuerzas y
circunstancias, pero que seguramente resultará insuficiente: apagados los
últimos rescoldos de la guerra de cifras sobre el mayor o menor apoyo a la
huelga general, el Gobierno del Partido Popular aumentará y ejecutará mayores
recortes, bajo el amparo de su mayoría absoluta.
Las fuerzas
sociales y ciudadanas (ojalá también las sindicales y políticas progresistas)
deben articular fórmulas y vías permanentes de lucha y de resistencia
no-violenta, desde la desobediencia civil masiva en determinados campos o
ámbitos a cualquier otro medio de defensa de los derechos y las libertades de la
ciudadanía y la clase trabajadora, ante los planes de los poderes
económico-financieros dominantes. El estadounidense Henry David Thoreau, autor de la obra La
desobediencia civil, se negó en 1846 a pagar impuestos debido a su
oposición a la guerra contra México y a la esclavitud en Estados Unidos, por lo
que fue encarcelado. Siguieron sus huellas, entre otros muchos, León
Tolstoi, Mahatma Gandhi, Martin Luther King y Nelson
Mandela. Todos ellos serían tildados hoy de antippatriotas e incluso terroristas. Hoy también secundarían la huelga del 29-M
Publicado por Antonio
Aramayona martes 20 de marzo de 2012
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